¿Sabes que vives o trabajas en un entorno que favorece la obesidad?
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En los últimos años, se ha visto un progresivo aumento en los casos de obesidad, algo que ha alertado a la comunidad sanitaria internacional, ya que muchas de las patologías asociadas son graves. Desde el punto de vista epidemiológico, como ya se considera esta patología, los alimentos ultraprocesados, principalmente aquellos ricos en grasas, azúcares y sal, se han convertido para muchas personas como una nutrición adictiva, y al sumarlo a la inactividad física, favorecida por la tecnificación, formarían parte de dos de los principales agentes ambientales responsables de la alta prevalencia de obesidad a nivel mundial.
En los últimos años, las preguntas que se hacen los científicos es si vivimos o trabajamos en lugares que favorecen la obesidad, denominados entornos obesogénicos. Este resultado conllevaría el riesgo de desarrollar esta enfermedad, reconocida como tal por la Organización Mundial de la Salud. En los países occidentales, tales entornos se unen a hábitos de vida sedentarios, dietas poco saludables y un gran porcentaje de la población laboral dedicada al sector servicios, lo que suele implicar que los trabajadores pasen sentados y delante de pantallas toda o la mayor parte de su jornada.
¿Cómo identificar estos entornos?
Los expertos de OPEN España han identificado los cuatro factores principales que incrementan el riesgo de sobrepeso u obesidad tanto en el hogar como en el centro de trabajo. En el primer caso, se trata de la movilidad urbana basada en el uso del coche, un número insuficiente de horas de sueño por exceso de luz o ruido, el acceso a establecimientos de venta de productos alimentarios poco saludables y la influencia de familia, amigos y conocidos con hábitos poco saludables.
En los centros de trabajo, mayoritariamente oficinas en el sector terciario, las cuatro claves para identificar su posible consideración como entornos obesogénicos son la imposibilidad de hacer pausas para moverse y beber agua, el hecho de no cambiar de postura o levantarse cada hora, el afrontamiento del estrés mediante comida rápida poco saludable y el uso de apps para pedir esta en caso de no disponer de ella.
Recomendaciones positivas
En primer lugar, y algo que se viene añadiendo en los últimos años, es hacer traslados andando o en trasporte público. Subir siempre las escaleras andando y no utilizar el ascensor salvo que sea imprescindible. Aprender a cocinar utilizando comida saludable y evitar procesados, bebidas, dulces y alcohol. No comprar y almacenar, en exceso, alimentos muy calóricos Dormir 7-8 horas evitando ruido y contaminación lumínica y, sobre todo, la luz de las pantallas.
Al respecto, la Dra. Susana Monereo, responsable de la Unidad de Obesidad, Metabólico y Endocrino del Hospital Ruber Internacional de Madrid, comenta que, «dado el impacto que tiene la obesidad en nuestro Sistema Nacional de Salud, hemos de ser conscientes de la importancia de identificar las barreras y desafíos actuales en el abordaje efectivo de la misma y colaborar para encontrar soluciones, siquiera con pautas tan básicas como estas. En este sentido, el ambiente donde vive la población puede contribuir al desarrollo de la obesidad cuando favorece u obstaculiza o impide la alimentación saludable y la actividad física. Por tanto, es fundamental tomar medidas que ayuden a cambiar, prevenir o evitar estos ambientes, contribuyendo a reducir la prevalencia de sobrepeso y obesidad».
Por su parte, Federico Luis Moya, director ejecutivo de la Asociación Bariátrica Híspalis Nacional, Asociación de pacientes bariátricos y obesidad (ABH), incide en que «un ambiente obesogénico puede estar condicionado por la suma de varios factores como la disponibilidad y el consumo de comida rápida, de alimentos ultraprocesados y de bebidas azucaradas, alta exposición a publicidad de este tipo de alimentación en medios de comunicación y redes sociales, sedentarismo, etc. El problema es que muchas veces no somos conscientes de ello y nos dejamos llevar. De hecho, un elevado porcentaje de personas con obesidad no se reconocen como tales y, a lo sumo, creen tener algunos kilos de más y perciben lo que les pasa como algo de andar por casa. Sin embargo, la obesidad es una enfermedad crónica, tal y como reconoce la OMS».
Ambos expertos coinciden en que «transformar ambientes obesogénicos en ambientes saludables debe ser un compromiso de todos. Hay que fomentar la actividad física y la alimentación saludable para que esta enfermedad deje de ser, entre otras cosas, una de las más prevalentes e infravaloradas».